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González de Viñaspre (2010)

Toponimia de Vitoria III/ Ubarrundia de VitoriaReproducimos parte del excelente prólogo ‘Apuntes sobre la lengua vasca y la historia de Ubarrundia‘ de Roberto González de Viñaspre a la compilación toponímica realizada por Elena Martínez de Madina (2010) Toponimia de Vitoria III para Euskaltzaindia.

Se trata de un texto en total sintonía con los temas más recurrentes de Trifinium. Sin embargo, por injustificable que parezca, hemos cometido el descuido de no haberlo mencionado hasta ahora, ni aquí ni en nuestras comunicaciones recientes (pese a haber dispuesto de una fotocopia en nuestros archivos –eso sí, no digitalizada, cuasa probable del traspapelado). Trataremos de paliar esta falta en nuestros próximos trabajos, señalando los que consideramos aciertos más destacables del texto de González de Viñaspres, así como nuestras principales discrepancias.

Vamos a fragmentar el texto en segmentos que aspiran a poseer la máxima autonomía referencial (como expusimos en Cantamutto y otros 2014) y venimos practicando en el proyecto NeLHiEnlazando la historia de nunca acabar (Universidad de Deusto, topHistoria).

Dice Roberto González de Viñaspre (2010) en su prólogo (del que nos saltamos la parte introductoria):Roberto González de Viñaspre (2010)

  1. La vinculación de la lengua vasca de Álava con la de Bizkaia ya había sido puesta de manifiesto por autores como Manuel Larramendi en su diccionario (1745) y en su Corografía (1756), aunque con matices en esta última obra: «el dialecto de Álava en lo más es el mismo de Vizcaya, no en el todo»
  2. Koldo Mitxelena, basandose en el diccionario de Landuchio (1562) –reflejo del habla vasca de la capital alavesa– concluyó que el euskera alavés podía considerarse un dialecto independiente, aun reconociendo su estrecha relación con el hablado en Bizkaia y en la cuenca del Deba.
  3. Mitxelena (1956) constataba la carencia de una particularidad occidental como el sufijo -gaz del caso comitativo, pues Landuchio «no tiene más que -kin» en su diccionario.
  4. Sin embargo, hoy sabemos que la marca de sociativo -gaz está presente en el manuscrito de Lazárraga, descubierto el año 2004, además de otros autores alaveses como Juan Bautista Gámiz y Julián García de Albéniz.
  5. En definitiva, Koldo Mitxelena consideraba que la lengua vasca de Álava era un dialecto de transición en el que no parecía darse «el mismo salto brusco que estimamos se da al norte entre guipuzcoano y vizcaíno».
  6. Esas ideas han sido matizadas y desarrolladas por el dialectólogo Koldo Zuazo (2010).
  7. Valiéndose de nuevos textos y del corpus toponímico de Álava, Zuazo niega la naturaleza independiente del euskera alavés y subraya su carácter de transición dentro del euskera occidental.
  8. Distingue tres zonas (poniente, zona media y levante) en las que los rasgos occidentales se van diluyendo en dirección oeste-este.
  9. En la clasificación de Zuazo, el poniente y la zona media son claramente de dialecto occidental, pero considera más compleja la naturaleza lingüística de las hablas orientales de Álava, hasta el punto de cuestionarse si pueden ser incluidas plenamente en el euskera occidental.
  10. Una cuestión conexa con los límites dialectales es la propia historia de la fragmentación dialectal de la lengua vasca y el contexto histórico en que pudo producirse.
  11. Advertía Koldo Mitxelana que la diversidad dialectal no debe hacer dudar de la unidad primitiva de la lengua.
  12. De hecho, a medida que retrocedemos en el tiempo, las divergencias dialectales del euskera son cada vez menores, sin que por ello lleguen a anularse.
  13. Se constata que las diferencias entre el euskera occidental y el resto de los dialectos no han parado de aumentar al menos desde el siglo XVI, momento en el que disponemos de los primeros textos en lengua vasca de cierta extensión.
  14. No obstante, los contrastes de formas occidentales como baltz, barri y las orientales beltz, berri, y otras como la occidental (h)uri y la oriental (h)iri, ya se manifiestan en los documentos más tempranos, entre los siglos X.XI.
  15. Hay que suponer, en palabras de Koldo Mitxelena (1978), «que la diversidad dejó paso alguna vez a la unidad –y la unidad lingüística siempre se impone por razones esencialmente extralingüísticas–, para que después esta unidad, siempre relativa, fuera diversificándose cada vez más.
  16. Mitxelena (1956) opinaba que la romanización tuvo que suponer «una reducción drástica del área de habla vasca».
  17. Posteriormente, al derrumbarse el poder centralizador romano, el siglo V y buena parte del VI debieron de ser «tiempos de extremo aflojamiento de dependencias externas».
  18. De modo que, ante la presión de visigodos y francos, en el territorio vasco hubo estructura social y organización militar suficiente para hacer frente a los ataques.
  19. Esa cohesión tendría sobre la lengua vasca consecuencias «desfavorables a la fragmentación y al aislamiento dialectal y favorables al establecimiento de formas comunes de lengua».
  20. Asimismo, Mitxelena (1981) consideraba que el proceso de cristianización contribuiría a la «consolidación del nuevo orden, cuya culminación podemos poner en el establecimiento del reino de Navarra».
  21. En relación a este tema, Koldo Zuazo (2010:144-158) opina que la fragmentación dialectal se produjo a lo largo de la Edad Media y lo fundamenta en la unidad interna de la lengua vasca, la existencia de innovaciones comunes a todos los dialectos y la similitud de los dialectos centrales.
  22. Sin embargo, el grado de divergenca de los dialectos vascos no es el mismo: «el dialecto occidental es con mucho el más divergente, el que mayor número de cambios lingüísticos ha producido», y presenta una lista de trece importantes innovaciones propias del área occidental.
  23. En concreto de Bizkaia, de la cuenca del Deba –no siempre su parte norte– y del área históricamente vascófona de Álava –con exclusión en ocasiones de la zona oriental–.
  24. Por ello Koldo Zuazo (2010:144-158) considera que el dialecto occidental pudo ser «el primero en desgajarse del resto de los dialectos», y apunta la posibilidad de que el distanciamiento de las demás regiones vascas se habría producido hacia el siglo VIII
  25. Tal vez por «el alejamiento de Álava y Vizcaya del Reino de Navarra, y su acercamiento al Reino astur, en el siglo VIII y, más tarde al Reino de Castilla».
  26. Con todo, indica que «el momento álgido de la fragmentación dialectal se encuentra, tal vez, entre los siglos XI y XII, al producirse la fractura del Reino de Navarra», en referencia a la pérdida definitiva de los territorios occidentales del reino navarro en la campaña militar de 1119-1200.
  27. Creo que algunos aspectos de la propuesta deben ser matizados.
  28. De una parte, parece que sigue siendo demasiado tenue la luz que alumbra la historia de los siglos VIII y IX en Vasconia, como consecuencia sobre todo de la escasez documental.
  29. En concreto el tema de las fronteras del reino astur con los territorios vascos es controvertido y ha sido abordado desde tradiciones historiográficas diferentes.
  30. Un excelente análisis de la cuestión es el realizado por Andrés de Mañaricua (1984), quien concluye que en el caso de Bizkaia, el reino astur de Alfonso I se extendió hasta Sopuerta y Carranza y que posteriormente «ningún dato nuevo encontramos atañente a Vizcaya».
  31. En lo referente a Álava, se constata la presencia del reino astur con motivo de las campañas militares de Fruela IOrdoño I, y Alfonso III.
  32. A la luz de los pocos documentos y crónicas de la época, parece que el dominio astur sobre Álava se limitó, salvo alguna excepción, al espacio situado al oeste del río Bayas.
  33. Desde el punto de vista de la historia de la lengua, se trata, tanto en Bizkaia como en Álava, de las zonas de menor presencia histórica del euskera.
  34. En el caso de Gipuzkoa, no es conocida su dependencia política en aquel tiempo.
  35. Como recuerda Gonzalo Martínez Díez, «hasta el reino de Sancho el Mayor no contamos ni con un único documento o noticia cronística referente a ese territorio vasco».
  36. En consecuencia, parece que no habría apoyatura histórica suficiente para vincular la fragmentación dialectal y consiguiente divergencia del euskera occidental al supuesto dominio astur en estas áreas vascófonas.
  37. Por otro lado, creo que en la propuesta de Koldo Zuazo (2010:144-158) se otorga al reino de Navarra –hasta 1162 intitulado reino de Pamplona– una función aglutinadora en el orden lingüístico que quizás esté lejos de ser evidente.
  38. Como recuerda Fernando González Ollé, con la salvedad del uso secular del latín, casi todos los documentos legales y administrativos del reino de Navarra se redactaban en romance navarro.
  39. La principal excepción eran los escritos en lengua occitana, sobre todo en materia fiscal y financiera.
  40. La lengua vulgar, la lingua navarrorum, estaba relegada de los usos administrativos y, por tanto, tampoco participó en el florecimiento cultural impulsado en el reinado de Sancho VI el Sabio (1150-1194) a través de la incipiente Cancillería real, escuelas de gramática o escribanías como la formada en torno al cabildo de Tudela.
  41. La zona tudelana –es decir, el espacio históricamente romance de Navarra– era el principal foco cultural del reino, una encrucijada en la que confluían las corrientes culturales llegadas de Aragón y Castilla.
  42. Según Santos García e Isabel Ostolaza (1982), en Tudela estaba el núcleo de los dominios patrimoniales de la nueva dinastía real y ésta mantuvo allí la Corte más tiempo que en ninguna otra ciudad del reino.
  43. En consecuencia, no parece que el reino de Navarra pudiera ser un factor extralingüístico suficiente para preservar la unidad de la lengua vasca.
  44. Hay, además, otro hecho histórico a tener en cuenta.
  45. Desde la creación del reino pirenaico en el siglo VIII, la constatación más temprana de la pertenencia de Bizkaia al reino de Pamplona data del año 1043 (según Mañaricua1984).
  46. En el caso de Álava, las fuentes diplomáticas la mencionan expresamente bajo la soberanía pamplonesa a partir del año 1024, con Sancho el Mayor (Martínez Díez1974).
  47. Tras el magnicidio de Peñalén, en 1076, se abrirá un extenso paréntesis en la soberanía del reino, dividido entre Castilla y Aragón, hasta la restauración en 1134 con García Ramírez, padre de Sancho VI el Sabio.
  48. En 1175 Castilla se apoderó de Bizkaia, salvo el Duranguesado, que permaneció bajo soberanía navarra junto a la mayor parte de Álava y Gipuzkoa, hasta la conquista de 1199-1200.
  49. En definitiva, la soberanía navarra se presenta discontinua en los territorios vascos occidentales y, además, parece que no siempre actuó con un control centralizado.
  50. La intitulación de Sancho VI el Sabio como rex Navarre, en sustitución de rex Pampilonesium, anunciaría, a juicio de Luis Javier Fortún (2000), una voluntad de aumentar el control sobre el territorio del reino –también Álava, Bizkaia y Gipuzkoa–, «en detrimento de las amplias facultades que habían ejercido los linajes que hasta entonces los gobernaban con grandes dosis de autonomía».
  51. Por ello, no parece suficientemente probado que el reino de Navarra haya actuado como un factor aglutinador de la lengua vasca.
  52. En consecuencia, tampoco sería suficiente la desmembración de lava, Bizkaia y Gipuzkoa del reino de Navarra en los años 1199-1200 para explicar la fragmentación dialectal.
  53. Esa propuesta deja sin explicar la abrupta –y por tanto antigua– divisoria lingüística de Gipuzkoa por la cuenca del Deba, es decir, entre territorios que también pasaron en 1199-1200 del reino de Navarra a la corona de Castilla.
  54. En cambio, dicha divisoria lingüística coincide, excepto los puertos de Deba y Mutriku, con los límites del obispado de Calahorra –que en territorio vasco comprendía Álava y Bizkaia, salvo sus tierras más occidentales, y la cuenca del Deba en Gipuzkoa– y del obispado de Pamplona.
  55. Conviene no minimizar la trascendencia de este dato.
  56. Una de las razones de Koldo Zuazo para descartar la relación de límites episcopales –en este caso del obispado calagurritano– con los dialectos es que las extintas hablas orientales de Álava y las de BurundaAmeskoa y Luna en Navarra son similares, aun perteneciendo a obispados diferentes.
  57. Asimismo, se apoya en ese hecho para defender que la ciudad medieval de Vitoria-Gasteiz pudo tener un gran protagonismo een el surgimiento y expansión del euskera occidental.
  58. En opinión de Zuazo, si históricamente el eje del euskera occidental estuviese en Bizkaia, sería difícil de entender la llegada de innovaciones y rasgos occidentales a áreas navarras como Burunda y los valles de Ameskoa y Lana.
  59. Sin embargo, dice Zuazo, esa dificultad se disiparía tomando la capital alavesa como eje de irradiación lingüística.
  60. La similitud de las hablas del oriente alavés y del occidente navarro ha sido puesta de manifiesto por Patxi Salaberri (1997) n20.
  61. n20 «el euskera de las dos Améscoas y de Lana habría que situarlo en la transición de hablas occidentales, centrales y del navarro que forman las hablas perdidas orientales de Álava y el euskera vivo de Burunda»
  62. n20 original «bi Ameskoetako eta Lanako euskara Arabako ekialdeko hizkera galduak eta Burundako euskara biziak osatzen duten mendebaleko hizkeren, erdialdekoen eta nafarreraren arteko transizio hizkeran sartu behar genituzke«.
  63. Sin embargo, creo que debe relativizarse la transcendencia de dicho hecho en relación a los límites episcopales.
  64. Esas áreas son más bien un continuum geográfico, sin accidentes orográficos notables que hayan podido condicionar especialmente su interrelación.
  65. Por ello, la transición se produciría gradualmente, siguiendo la tendencia constatada en Álava en dirección oeste-este, es decir, sin grandes concentraciones de isoglosas.
  66. Ese decrecimiento paulatino de características dialectales occidentales lleva a que en el euskera de Améscoa Baja predominan los rasgos propios del navarro occidental (Balbino García de Albizu 2004) n21.
  67. n21 «Patxi Salaberri ha llegado a la conclusión de que el texto de Artaza se encuentra en el cruce entre las hablas occidentales de Álava y el navarro meridional del antiguo reino. Tiene sin embargo más rasgos propios del último que del primero».
  68. Cabe pensar que la presencia de rasgos occidentales allí guarde alguna relación con el hecho de que durante siglos la colindante Améscoa Alta haya pertenecido precisamente a la diócesis de Calahorra.
  69. De hecho, esa adscripción eclesiástica se mantuvo hasta el 22 de noviembre de 1955, momento en el que ZúñigaVal de Aguilar y la zona de Viana, Améscoa Alta se integra en la diócesis de Pamplona n22.
  70. n22 Saturnino Ruiz de Lóizaga (2004) «A mediados del siglo XVI, el libro de visita del licenciado Martín Gil incluía en el Arçiprestazgo de Campeço las poblaciones navarras de Çuñiga, Larraona, Eulate y Aranache [sic por Aranarache]».
  71. En cuanto a la tesis de Koldo Zuazo que hace a Vitoria-Gasteiz foco de surgimiento e irradiación del euskera occidental, no creo que ese núcleo pudiera cumplir tal función en los siglos XI-XII, y con menos motivo en los siglos anteriores.
  72. La primera mención de Gasteiz data del año 1025, en el documento de la Reja de San Millán, como una aldea más de las que conformaban la merindad de Malizhaeza (merindad que contribuía con 22 rejas).
  73. Pagaba tres rejas a modo de impuesto, lo que permite calcular su población, gracias al documento apócrifo n24 del conde Fernán González de Castilla.
  74. En él se dice que csda diez casas o fuegos contribuían con una reja.
  75. n24 El documento está fechado el año 934, pero es una falsificación hecha entre los años 1140 y 1143 (cfr. Antonio Ubieto Arteta (1976). Cartulario de San Millán de la Cogolla (759-1076), doc. 22): «Álava, cum suis vilis, ad suas alfoces pertinentibs, […] per omnes villas, inter domus decem una reia«.
  76. Caro Baroja 1983 ya advirtió que los falsos votos de Fernán González «en esto no deben ser despreciados» y, apoyándose en ese dato, hizo una estimación de la población alavesa del primer cuarto del siglo XI.
  77. Caro Baroja concluyó que la Álava representada en la Reja tendría unas 4.280 casas o fuegos y contaría con alrededor de 21.000 habitantes.
  78. De todoss esos, corresponderían a Gasteiz 30 fuegos (un 0,70% del total de Álava), y contaría con 150 habitantes (el 0,71% del total).
  79. Después Gasteiz siguió siendo una aldea hasta que recibió el fuero y se constituyó en villa el año 1181, diecinueve años antes de ser tomada por las fuerzas castellanas.
  80. Por tanto, no tenía una población con masa crítica suficiente para ser, por sí sola, un foco de innovación e irradiación dialectal.
  81. Bien diferente es la importante actividad constructiva que dio una nueva dimensión urbanística a la ciudad tras la conquista castellana de 1200 y el incendio de 1202, y la consiguiente pujanza que tuvo durante el resto de la Baja Edad Media hasta bien entrada la Edad Moderna.
  82. Sin embargo, para entonces ya estaría consumada en sus rasgos principales la fragmentación dialectal que ha llegado a la época contemporánea.
  83. Otra cuestión es la influencia socio-cultural, económica y también lingüística que, con anterioridad, durante la Alta Edad Media, haya podido irradiar Álava –no sólo Vitoria-Gasteiz–, en gran parte a través del pasillo de Ubarrundia.
  84. Tal hecho tiene buen encaje con la opinión general de los altomedievalistas acerca de los movimientos de población alavesa hacia Bizkaia y la cuenca del Deba.
  85. Los límites episcopales –y con ellos los dialectales– también tendrían alguna relación con ese fenómeno demográfico.
  86. En el caso del euskera occidental, la similitud de los límites eclesiásticos y dialectales se antoja excesiva para obedecer solo a la casualidad.
  87. Necesariamente ha de tener fundamento en hechos históricos, al igual que sucede en otras latitudes.
  88. Por ejemplo, la extensión geográfica del mirandés, variedad de la lengua leonesa en el extremo nordeste de Braganza, perteneció a la diócesis de Astorga, hasta que se desmembró por la dificultad de pertenecer a un reino diferente (Ramón Menéndez Pidal 1906).
  89. Hasta donde alcanza la documentación más temprana, sabemos que las divisiones episcopales en territorio vasco cristalizaron en época altomedieval.
  90. En concreto el obispado de Álava, con sede en Armentia, existía ya a fines del siglo IX, aunque no hay que excluir una mayor antigüedad.
  91. Ese obispado de Álava abarcaba la cuenca del Deba, Álava y Bizkaia, exceptuando el territorio más occidental, colindante con Castilla.
  92. Posteriormente, a finales del XI, fue absorbido por el obispado de Calahorra, que heredaría esa demarcación (Mañaricua1964).
  93. Algunos historiadores han indicado la probabilidad de que los límites de los obispados respondan al modo en que se produjo la cristianización, proceso asociado a un objetivo principal que era la colonización agraria del territorio (Curiel Yarza2009).
  94. En ese punto la zona de Ubarrundia cobra especial importancia como principal pasillo que canalizó hacia los valles cantábricos el excedente de población de la Llanada alavesa, debido al crecimiento de la producción agrícola (Bilbao y Fernández de Pinedo1978).
  95. Esa bonanza económica fue posible gracias al cese de las aceifas árabes que periódicamente habían devastado la Llanada alavesa, sbore todo una vez que el año 923 los ejércitos cristianos tomaron Nájera y Viguera.
  96. Esas gentes alavesas, más tempranamente cristianizadas y dependientes del obispado de Álava, irían penetrando lentamente en las tierras vizcaínas, con especial incidencia por la cuenca del Deba (GarciaCortazar1985).
  97. Los desplazamientos son constatables desde finales del siglo IX. A jucio de José Ángel García de Cortázar, los efectivos humanos procedentes de la Llanada alavesa se dejaron notar especialmente en el Duranguesado y en la margen izquierda de la ría de Gernika.
  98. El arqueólogo Iñaki García Camino afirma, siguiendo a García de Cortázar, que el aporte poblacional alavés favoreció, mediante los monasterios n32, la penetración del cristianismo en Bizkaia, así como la expansión de la agricultura cerealística, de la propiedad privada e incluso del concepto de territorialidad, porque contribuyó a «cristalizar el poblamiento y a asentar la población en determinados núcleos».
  99. n32 En la acepción que tuvo el término monasterio en la Alta Edad Media, es decir, iglesias propias fundadas por señores.
  100. En la zona cantábrica del País Vasco siguió aplicándose durante la Baja Edad Media a las iglesias que poseían los Parientes Mayores.
  101. Cabe decir, con el fin de establecer paralelismos, que esos monasterios tuvieron gran importancia en la cristianización de las poblaciones rurales de Asturias.
  102. Seguramente también en Cantabria posibilitaron la expansión e implantación del cristianismo a partir del siglo VIII (cf. FernandezMier1999).
  103. Esos movimientos poblacionales no serían nuevos.
  104. Según diversos autores, antes de finales del siglo IX, la vertiente cantábrica ya habría sido zona de retaguardia para la población alavesa que buscaba refugio, huyendo primero de las penetraciones visigodas a fines del VI y, a partir del VIII, de las incursiones musulmanas.
  105. El límite del área asolada por las aceifas árabes parece situarse al pie del monte Gorbea y/o del Aizkorri.
  106. Así interpreta Gonzalo Martínez Díez el pasaje de la crónica de Ibn Hayyan que relata la expedición contra Álava del año 825 en que se llegó hasta el monte de los madchus, es decir, de los idólatras o paganos n34.
  107. n34 Los madchus también se mencionan en una crónica de Ibn Idari en la que se da cuenta de una alianza del rey astur con los vascos de Álava y Pamplona en la lucha contra los musulmanes: «Llegó la noticia de que Alfonso había reunido a los ejércitos de su país y pedido ayuda a los vascones y a los mayus de aquellas regiones que lindaban con él». Como escribe Mª Jesús Rubiera, «los madchus cuyas tierras lindan con las de Alfonso II no pueden ser otros que los alaveses y los vizcaínos de más allá de las Encartaciones (cf. Rubiera1984).
  108. n34 Madchus es un concepto jurídico-religioso, no étnico, que se aplicó a los vikingos y otros pueblos no cristianizados. Esa denominación significa que practicaban algún tipo de paganismo, que no pertenecían a ninguna de las tres religiones monoteístas.
  109. n34 Sin embargo, Ernesto García recuerda que en ocasiones las fuentes árabes también se refieren a los alaveses como politeístas, es decir, cristianos, ya que desde la óptica musulmana el dogma de la Santísima Trinidad estaba en contradicción con el monoteísmo (cf. GarciaFernandez2003).
  110. El paso desde la Llanada alavesa al Duranguesado se hacía se hacía a través de Ubarrundia, comarca que dará muestras tempranas de ocupación del espacio, y también de diferenciación social y económica.
  111. Así se deduce de una donación realizada el año 952 por Diego Beilaz a San Millán de la Cogolla.
  112. Dicho documento contiene la primera mención de algunas poblaciones del entorno de Ubarrundia, por lo que merece especial atención. Andrés E. de Mañaricua intentó identificar las aldeas que figuran en él:
    • Sanvicenti. Probablemente San Vicente de Okoitza, en la heredad de Zigoitia.
    • Anguella
    • Urbina
    • Cogaham. Mañaricua lo relaciona con Goiain, que aparece como Goiahen en el documento de la Reja (1025).
    • Loriga
    • Beruheta
    • Erretana
    • Urna. Mañaricua lo identifica con Urrunaga, que en la Reja figura con la forma Hurnaga
    • Lekete. Como indica Mañaricua, en el documento de la Reja figura con la forma Lehete.
    • Ulibarrilior. Mañaricua lo identifica con Uribarri-Ganboa, documentado Hirvarri en la Reja de San Millán. Obsérvese que este topónio del año 952 contiene dos rasgos propios del euskera occidental: uli (<uri) ‘villa’, ‘población’ y barri ‘nuevo’.
    • Areze. Nombre aparentemente desfigurado, sin identificar.
    • Salinas. Mañaricua lo relaciona con Salinas de Léniz, Lintz-Gatzaga, en tierras colindantes con Ganboa.
  113. Parece que el movimiento poblacional a fines del siglo IX se aceleró al aumentar el desarrollo económico de Álava y estimular su crecimiento demográfico.
  114. Esa situación le permitió exportar pobladores en dos direcciones: hacia el norte, sobre todo por la cuenca del Deba, y hacia el sur, principalmente franqueando la sierra de Toloño por el actual puerto de Rivas de Tereso (GonzalezViñaspre2006).
  115. Allí también hubo probablemente un primer proceso repoblador alavés en torno al siglo IX, «al hilo del establecimiento de defensas frente a las razzias musulmanas que penetraban por esas zonas» y un segundo aporte poblacional a partir del siglo XI (GonzalezBachiller2001).
  116. La toponimia riojana de origen eusquérico presenta rasgos lingüísticos nítidamente occidentales, por lo que es evidente que para el siglo IX ya existía un grado de diferenciación dialectal en el euskera llevado por aquellos vascófonos de origen alavés.
  117. Otra cuestión aún más intrincada es si la división episcopal mantiene la división tribal de época romana y si, en consecuencia, refleja la hipotética división dialectal de caristios, várdulos y vascones.
  118. Si la historia altomedieval del área vasca está a menudo cubierta por una espesa niebla que obliga a intuir más que a concluir los hechos, todavía son más escasos e incluso contradictorios los datos de que disponemos para el conocimiento de la división tribal del territorio vasco.
  119. Koldo Zuazo opina, al igual que Koldo Mitxelena, que los dialectos actuales no son consecuencia de la división tribal, sino que tienen su origen, casi con toda seguridad, en la época medieval.
  120. No comparten por tanto la tesis que defendía Andrés E. de Mañaricua siguiendo a Menéndez Pidal.
  121. Según el punto de vista de estos últimos, la coincidencia de los límites eclesiásticos, tribales y dialectales: «no puede atribuirse a casualidad y tiene raíces hondas que avalan las presunciones que apuntamos» (Mañaricua1964).
  122. Una dificultad añadida en este tema es que los límites geográficos entre caristios y várdulos son imprecisos y que los que tenemos son una reconstrucción a partir de la parquedad de las fuentes literarias y del limitado conocimiento que aportan a la epigrafía, la arqueología y la lingüística.
  123. Los resultados generales fueron reunidos en 1929 por Sánchez Albornoz y desde entonces sus conclusiones –calificadas por él mismo de «probables»– han sido utilizadas por autores como Julio Caro Baroja y Andrés E. de Mañaricua.
  124. Sánchez Albornoz trazaba la divisoria entre caristios y várdulos atravesando la Llanada, acaso a la altura de Ubarrundia, con el curso del río Zadorra como límite.
  125. Al presente, una síntesis actualizada de la cuestión es el trabajo colectivo de Juan Santos, Amalia Emborujo y Estibaliz Ortiz de Urbina.
  126. Como recogen estos autores, los caristios no son mencionados por Estrabón ni por Pomponio Mela, a diferencia de los várdulos.
  127. Habrá qeu esperar a C. Plinio Segundo para encontrar su primera referencia literaria. Según Santos, Emborujo y Ortiz de Urbina, la frontera entre caristios y várdulos «partiría del Deva … hasta llegar a Treviño» n49.
  128. n49 Tradicionalmente se ha venido considerando Treviño (en lengua vasca Trebiñu) putno de confluencia de autrigones, caristios y várdulos, en base a su étimo trifinium.
  129. n49 Así lo propuso Claudio Sánchez Albornoz en 1929: «Trifinium, indica a las claras la coincidencia de tres límites, acaso de las rayas de várdulos, caristios y autrigones».
  130. n49 De entonces a hoy esa propuesta ha sido asumida por la comunidad investigadora.
  131. n49 No obstante, quizá no sea tan evidente esa correspondencia, pues el Treviño que es cabeza de la antigua comarca de Íbida (> Ayuda) no se documenta hasta fines del siglo XII, mil años después de que se escribieran las fuentes literarias romanas que mencionan las divisiones tribales.
  132. n49 En una horquilla cronológica tan amplia parece prudente no descartar que el nombre Treviño haya podido surgir en la Tardoantigüedad o, acaso más probablemente, en la Alta Edad Media, y que los tres límites a que hace referencia sean reflejo de realidades históricas posteriores.
  133. El tema se complica aún más pues no hay unanimidad entre los especialistas en cuanto a la filiación lingüística de caristios y várdulos, e incluso de los vascones.
  134. Las únicas fuentes para intentar establecer conclusiones son los pocos topónimos contenidos en las fuentes literarias romanas y el limitado repertorio onomástico de las fuentes epigráficas.
  135. Precisamente, se ha hallado en Miñao uno de los pocos nombres de tipo vasco atestiguado en Álava para aquella época.
  136. Se trata de Helasse, una divinidad indígena. La presencia de la aspiración sería un rasgo distintivo seguro para incluirlo dentro del repertorio vasco-aquitano (Gorrochategui1984).
  137. No obstante, la toponimia antigua de estos territorios muestra un absoluto predominio de los nombres de origen indoeuropeo a la llegada de los romanos, y existe un debate entre los partidarios y los detractores de una vasconización tardía de los actuales territorios vascos.
  138. Hay diversas corrientes de interpretación que, siguiendo la terminología de Francisco Villar n51, pueden sintetizarse en dos bloques: el de la euskeridad ancestral y el de la euskeridad secundaria.
  139. En el primero de ellos la teoría del retraimiento del euskera es la que concita el mayor grado de consenso de la comunidad científica (A. Tovar, K. Mitxelena, J. Gorrochategui…), con diversos matices dependiendo de los autores.
  140. n51 Francisco Villar ha realizado un exhaustivo análisis del corpus toponímico antiguo, compuesto de 32 topónimos en Álava, Bizkaia y Gipuzkoa y 38 en Navarra, más el norte de Aragón hasta Huesca.
  141. n51 Son nombres de lugar, incluso hidrónimos y orónimos, y constituyen el estrato toponímico de mayor durabilidad, a diferencia de los antropónimos y teónimos, siempre más mutables y sujetos a las variaciones socio-culturales de las colectividades humanas.
  142. El eje central de esa teoría es que los actuales territorios vascos son ancestralmente eusquéricos y que, aunque fueron lingüísticamente indoeuropeizados, ese proceso de asimilación nunca fue completo, de forma que el euskera no llegó a desaparecer de esas áreas.
  143. A juicio de Mitxelena, «esta especie de retraimiento de la lengua […] explica que muchas veces […] parezca que no ha habido áreas de habla vasca allí donde necesariamente tuvo que haberlas»Mitxelena (1982).
  144. Por el contrario, los defensores de la euskeridad secundaria (Mª L. Albertos, J. Untermann…) consideran que la población originaria de los territorios vascos no era vascoparlante, de manera que los indoeuropeos habrían estado aquí antes de la llegada de los primeros hablantes vascos.
  145. Las posturas de quienes comparten esa línea de interpretación presentan distintos matices en lo referente al momento en que llegaron aquellos primeros hablantes vascos, en una horquilla que abarca desde los últimos siglos antes de la era cristiana hasta la Edad Media.
  146. Una de las últimas aportaciones a este debate es la de Francisco Villar.
  147. Este autor concluye, tras realizar su propio análisis, que la presencia de vascófonos fue muy débil, también en la actual Navarra –es decir, en el propio territorio de los vascones–, hasta la romanización.
  148. En Álava y Bizkaia no habría «ni un solo topónimo euskera en las fuentes antiguas».
  149. A su juicio, la extensión de la lengua vasca a esos territorios se produciría al final de la época romano-republicana, debido a una afluencia masiva de población de origen aquitano.
  150. Incluso sugiere que hubo una avalancha mayor hacia los siglos VI-VII, «como parecen indicar ciertos indicios arqueológicos, concretamente los broches de cinturón de tipo aquitano».
  151. En consecuencia, desplaza al Norte de los Pirineos la antigüedad del euskera en Europa, aunque reconoce que está aún por hacer el estudio de la toponimia antigua de Aquitania (Villar 2005:514) n53
  152. n53 Francisco Villar 2005:514 «Para tener una visión dinámica y cronológicamente profunda de los sucesivos estratos étnico-lingüísticos de Aquitania sería necesario realizar el estudio de la toponimia antigua de esa región, tal y como acabo de hacer con la del País Vasco y Navarra».
  153. En relación a ese momento histórico, Agustín Azkarate se ha referido a la importancia del yacimiento arqueológico de Aldaieta, en el municipio de Arratzu-Ubarrundia, así como de otras necrópolis similares de Álava, Bizkaia y Navarra.
  154. La principal constatación para el tema que nos ocupa es que en el País Vasco cispirenaico, desde mediados del siglo VI al VII, se manifiesta una realidad cultural estrechamente vinculada con contextos de filiación franca.
  155. La necrópolis de Aldaieta evidencia que el País Vasco compartía entonces costumbres funerarias del Regnun Francorum, aunque no es posible concluir que fuera acompañado de un aporte genético centroeuropeo (Alzualde2006).
  156. Parece, por tanto, que a diferencia de la opinión de Francisco Villar, esa relación no implicaría una colonización masiva, sino acaso la instalación de minorías activas y jerarquicamente dominantes.
  157. Joaquin Gorrochategui indica que ese aporte cultural y social –y quizá poblacional– septentrional también pudo tener transcendencia en el ámbito de la lengua.
  158. En definitiva, como escribe Agustín Azkarate, a la luz de los datos que hoy conocemos, no parece sostenible la independencia de los vascones ante francos y visigodos que postulaban A. Barbero y M. Vigil.
  159. Precisamente Koldo Mitxelena –«deudor de las coordenadas historiográficas del momento»– se apoyaba en la propuesta de dichos autores cuando consideraba que los dialectos del euskera tenían que ser posteriores la momento de concentración sociopolítica que supuso la exitosa resistencia ante francos y visigodos.
  160. La arqueología está aportando, por tanto, nuevos datos que obligan a la revisión de determinados hechos históricos y que quizá también invitan a reconsiderar la cronología propuesta por Mitxelena para la fragmentación dialectal del euskera n56.
  161. n56 Como sugiere Agustín Azkarate, las causas de todo eso «probablemente poco o nada tengan que ver […] con la pretendida independencia de los vascones y sí con el enmarañado caleidoscopio de acontecimientos históricos que se esconden tras los datos arqueológicos que se vienen comentando».
  162. n56 «De lo que no cabe duda, en adelante, es de la importancia de los siglos VI y VII d.C. en la decantación histórica de lo que, con los siglos, fueron los diversos territorios vascos».
  163. En relación a la cuestión de si los movimientos poblacionales que desde Álava descendían a la vertiente cantábrica pudieran tener algún eco de antiguas demarcaciones tribales, destacados altomedievalistas apuntan que acaso estén reduciendo «la vieja ocupación caristia de todo ese espacio y, tal vez, sus mismas tradiciones trashumantes ganaderas» (GarciaCortazar1982).
  164. De la misma opinión es Iñaki García Camino, quien establece, a modo de conclusión, que «entre los siglos VIII y XIII, grupos meridionales, vinculados con los habitantes del área cantábrica por antiguos lazos tribales, desbordaron los contornos de la Llanada traspasando sus formas de vida al Norte».
  165. Asimismo, Iosu Curiel Yarza considera que esa migración «se realizaría respetando antiguos límites tribales, por lo que, estos pobladores artífices de la cristianización, provenientes de tierras alavesas, serían de origen caristio, debido a lo cual ocuparon la zona caristia del área holohúmeda».
  166. No obstante, el mismo autor advierte que de aquí no puede colegirse que en su conjunto «la organización diocesana medieval vasca represente continuidad respecto a la organización tribal».
  167. La correlación o gran coincidencia de los límites episcopales que dividían Bizkaia y Gipuzkoa con los del territorio que ocuparían caristios parece evidente.
  168. Igualmente se observa una continuidad en el occidente de Bizkaia entre territorio autrigoón y el engoblado por la sede de Valpuesta, pero en otros territorios vascos no hay correspondencia entre los límites eclesiásticos y los tribales.
  169. Por otra parte, en Álava los límites tribales de caristios y várdulos no se corresponden con la división eclesiástica medieval y tampoco con la distribución dialectal de la lengua vasca.
  170. A diferencia del territorio várdulo sobre el que siglos después se conformaría Gipuzkoa, las tierras várdulas de Álava quedaron integradas en el obispado de Calahorra y en el ámbito del euskera occidental.
  171. La historiadora Elena Barrena explica esas discrepancias mediante la reordenación social que se operaría en el espacio vasco durante el periodo altomedieval.
  172. Ese fenómeno vendría dado por un repliegue poblacional hacia los sistemas montañosos más destacados, ante el empuje que efectuarían por el sur los visigodos, desde fines del siglo VI, y los musulmanes desde el VIII.
  173. A su juicio, en ese retraimiento demográfico los caristios se refugiarían principalmente en la sierra del Gorbea, «aunque otro sector de sus gentes meridionales, se dirijan también, al parecer, hacia la sierra de Elguea».
  174. Los várdulos de Álava, en cambio, «lo harían hacia la sierra de Aralar».
  175. Elena Barrena cree que ese complejo proceso de reorganización del territorio que se da en la Alta Edad Media estaría en el origen de la distribución de los dialectos vascos.
  176. La cuenca del Deba sufriría directamente dicho repliegue y será área de repoblación medieval con gente «de procedencia caristia, llámese alavesa o vizcaína».
  177. En lo que se refiere a la expansión de los dialectos, desde el siglo IX, terminada la etapa de repliegue, Pamplona y Álava, como «puntos de osificación social y económica de las zonas llanas», participarían de un movimiento expansivo que llevará las distribuciones dialectales a los límites actuales.

 


Fragmentos tomados de

Roberto González de Viñaspre (2010). Apuntes sobre la lengua vasca y la historia de Ubarrundia. Prólogo a Elena Martínez de Madina (2010). Toponimia de Vitoria III. Ubarrundia de Vitoria. Euskaltzaindia.

Una respuesta a «González de Viñaspre (2010)»

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